No aspiro ni a lo bueno ni a lo malo,
porque la verdad: todo forma parte del todo.
Un cúmulo sinuoso de idioteces que de tan idiotas que son,
se me antojan idiotas,
de tan absurdas q son, se me antojan desesperantes.
No existe el daño consumado, porque supongo que la consumación del daño nos quita la vida,
pero sin llegar a esa dimensión del dolor,
supongo que son las experiencias más cercanas a la muerte que tenemos,
lo que no significa que, uno, nos acostumbremos o desarrollemos tolerancia al dolor, dos, que estemos más o menos preparados para la muerte.
No nos gusta la vida, nos gusta el ideal de la misma, que como el dolor, su intensidad también depende del valor que le asignemos, y si, digo asignar porque los valores de las cosas no son inherentes, sino creados, otorgados por lo que nuestra escasa razón es capaz de vislumbrar en el horizonte, que lejano o cercano, nos mantiene verdaderamente aferrados a la vida ( o a la idea de la misma)
Por tanto, entre tanta mierda razonada de forma circular, sumido en tanto cambio de escenario, tanto cambio de guión, y tan desesperado porque todo esto transcurra con la misma celeridad que transcurren de noche nuestros mejores sueños,
mis más sinceras buenas ( e ideales) noches.
“ nadie nació con la capacidad de tolerar lo adverso, pero sí con la capacidad de crear lo más valioso de este mundo: la creencia firme en nosotros mismos”
- N. P. M.-
