Abrió los ojos al mismo tiempo que una bala atravesaba el pecho, la sangre tardó tiempo en aparecer, como en las películas bien montadas, en las que la sangre aparece tras el esfuerzo de hacer que la herida es superficial, cuando en realidad es la semilla de la catástrofe. Y mientras tanto el río corre, sigue su curso, sus saltos, y el muerto de un balazo traicionero y a boca jarro, con los pulmones encharcados, flota río abajo, a la vez que cada una de las piedras del camino le golpea, mella la piel y hace pedazos el poco resquicio de dignidad que queda. La azarosa desgracia hostigaba en el descenso una y otra vez el cuerpo mutilado; no quedaba resquicio sano y el alma estaba apunto de consumirse, la piel totalmente marcada por el paso del río, por el descenso desorbitado al más profundo de los abismos que este río podía conducir, en el que de forma consciente èl se bañó. Y de pronto silencio, oscura calma tras la quebrada, tras el estertor, poco a poco fue abriendo los ojos, se mirólas manos, ajadas, heridas, sangrantes, toco tímidamente su cara, su pecho, su cuerpo, no era el de siempre, era un cuerpo mutilado, humillado; sentía frío, el que sienten las personas que sabe que su último aliento está cerca, solo que esta vez no se bañó en el río; desentumeció el cuerpo, lentamente fue abriendo cada vez mas los ojos, hasta ver con claridad el resultado de la batalla que la desdicha había librado en su vida, fin, no, todo empieza donde todo acaba, esta fue la primera reflexión, el fondo del pozo no es mas que el suelo donde anidarán las raíces, las profundas raíces de mi próxima película, de mi futura carcajada, de tu futuro antojo y desgracia.
La vida, es al fin y al cabo, ese cúmulo de cosas que debemos saber colocar, nada mas que eso, una de cal y otra de arena. El dolor tan solo es algo pasajero, nunca el cielo permanece para siempre nublado, ni tampoco se despeja de repente, es un proceso que se inicia con las brechas, filtraciones de luz que ayudan a marcar e camino que quedará visible claramente con el paso del tiempo, el mismo que se escapa de las manos en función de cómo decidamos tener estas colocadas, es decir, depende de ti, de mi, de él, del de más allá decidir como de lento quieres gastar el tiempo que te han puesto en las manos, como un puñado de arena, que nosotros decidimos como derramar, como dejar caer, pero al final todos tenemos el mismo tiempo, créeme.
